Marta es el futuro. En un par de años el presente.
Estudiante de tercero de Enfermeria en Madrid, casi puedes saber el humor que tiene ese día según su pelo esconda en mayor o menor medida su rostro en la foto de Instagram. Tiene ese afán inconformista que la hace vivir en un estado de excitación permanente, de hipersensibilidad tanto para lo bueno como para lo malo. Y como buena nativa digital, las redes sociales son un vehículo tan válido como cualquier otro para expresar lo que siente. Sin cortapisas. Sin pensar si es o no políticamente correcta. Desde su invulnerabilidad moral.
Ella aun no lo sabe, pero esa personalidad arrolladora es la que necesita la enfermería que viene, la que tomará nuestro relevo, la que hará evolucionar la profesión, con líderes renovados e inconformistas, que protesten contra lo que les parece injusto, que rompan el status quo en el que se han acomodado algunos.
Le invité a participar de un modo diferente en este proyecto, con aquello que se mete en su alma, apacigua su corazón y despierta su pluma. Le pedí que explicara sus experiencias haciendo bailar sus sentimientos ante otros enfermeros, como tú y como yo.
Le pedí que escribiera poesía.
Con V de valentía
por Marta González (@littlegoldowl)
He caminado sola entre los pasillos eternos de este cementerio de ilusiones y miedos.
He caminado en el silencio de una máquina apagándose, en el silencio de una vida marchándose que deja tras de sí un charco de dolor.
He caminado entre los cables y las bombonas, entre las drogas que nos atan.
He visto a la muerte, la he mirado directamente a los ojos de quien la espera y he escuchado los gritos que calla retumbando en su caja torácica, temiendo salir por miedo a un «sí».
He atado de pies y manos a la libertad y me he sentido verdugo de los límites de lo humano cada vez que he oído gritar y me ha comido la impotencia.
He sido el espectador más privilegiado de la vida humana, de las idas y venidas.
Llevo en los bolsillos las lágrimas de quienes entran sin saber por dónde, cómo ni cuando saldrán.
O ni siquiera si lo harán.
He sostenido vidas de cuatro días entre mis dedos, y escuchado historias de quienes llevan más de cien años pisando este mundo.
He palpado la piel enferma y he abrazado manos que, sin conocerme de nada, me pedían que no las soltase.
He vivido con todos y cada uno de ellos el temor y la incertidumbre, y he acompañado en el sufrimiento ajeno hasta sentirlo mío, hasta dejar que penetrase en mis entrañas y se adueñase de mi cuerpo.
He temido no ser suficiente, no tener palabras o no abrigar con suficiente fuerza. Y el pánico que me recorre cada vez que me enfrento a algo nuevo me ha paralizado hasta dejarme muda.
Pero sigo. Y no por mí, ni por vencer mis miedos. Sino por ellos.
Sigo por cada una de las personas, sigo por sus sonrisas y su agradecimiento, por cada palabra, cada gesto y cada abrazo.
Sigo porque el terror que me infunde este mundo tan enorme no es nada comparado con la satisfacción de sentir que cuidas, atiendes, y sujetas vidas entre tus manos.
Sigo porque estoy haciendo de la entrega a los demás no solo mi profesión sino mi forma de vida. Sigo, porque el mundo es de los que luchan por sus sueños.
Y vocación, se escribe con v de valentía.
Que gustazo poder contar con personas q les gusta tanto su profesión , es cierto que es lo que necesita esta sociedad, un cambiazo y gracias por hacer algo con amor, entrega y vocación. Además me he emocionado leer lo que escribe Marta, cuanto sentimiento. I am so proud of u
La vocación es la condición indispensable del enfermero que quiere proporcionar cuidados de excelencia
Muchas gracias pelayo por tu comentario!
Saludos!
Isidro
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