En estos últimos tiempos veo con tristeza cómo compañeros recién graduados esgrimen su recién estrenado título y su dominio de idiomas varios y PFG (Proyecto Fin de Grado) para dar la espalda de un modo incomprensible a los Practicantes, ATS y DUE, entre los que me cuento.
Y digo que me entristece porque una categoría profesional como la nuestra, vocacional, dadora de cuidados y con más de 260000 profesionales colegiados en España, se divide en base a una nomenclatura y no se aglutina en torno a todo lo que le une, que es mucho (tanto bueno como no tan bueno).
En mis inicios, en el 95 del siglo pasado, fueron muchos los ATS que me enseñaron cómo coger una vía o encontrar una vena para punción donde yo lo veía imposible. APD y SOU de Atención Primaria, actualmente a extinguir, que mostraban pasión en aquello que hacían, y, si bien algunos se despreocuparon de reciclarse por estar casi en el final de su vida profesional, otros eran asiduos a los cursos de reciclaje y perfeccionamiento de los Hospitales. Su amplia experiencia en cirugía menor los avalaba, y no mostraban el menor inconveniente en enseñarte aquello que ellos tardaron años en perfeccionar; lejos quedaba aún internet, las RRSS, y la eSalud y Enfermeria 2.0.
Juan, un gran sabio, hijo de practicante, enfermero y padre de enfermera, me hablaba del respeto y confianza que la sociedad tenía hacia su padre, pues lo consideraba un elemento clave de su salud. Tal vez hoy, entre refriegas internas e innumerables cambios de nombre, hemos perdido parte de aquella identidad; y lo peor es que la sociedad tampoco sabe muy bien quiénes somos, encerrados en luchas entre nosotros y con otros colectivos profesionales, tanto por arriba (médicos) como por abajo (técnicos y auxiliares de enfermería).
Del mismo modo me sorprende que algunas compañeras matronas miren por encima del hombro al resto de enfermeros y enfermeras, con suficiencia y arrogancia, siendo como son enfermeras especialistas, pero enfermeras al fin y al cabo. Observo desde hace algún tiempo en algunas de ellas las ansias de emanciparse del resto del colectivo enfermero del que son parte y, desde mi punto de vista, sin cuya pertenencia no se entiende ni su profesión ni su ejercicio.
Tambien es cierto que las corrientes #melapela y #EBE tienen una enorme utilidad dando cobertura científica a la práctica diaria de nuestra profesión (sirva como ejemplo la web de Azucena Santillana), están provocando a su vez una corriente talibán contraria a los enfermeros y enfermeras veteranos, a su trabajo y a su experiencia, y actúan casi como inquisidores enfermeriles. Como bien explica en un artículo el British Medical Journal y del que se hace eco Jose Luis de la Serna en un excelente artículo en El Pais «en el que se aboga por modificar un poco la balanza de las actuaciones médicas para contrarrestar el excesivo peso de lo que dice tanto estudio científico. Para eso hay que incorporar en uno de los platillos de ese peso el sentido común, el juicio clínico de cada galeno basado en su experiencia, las particularidades características de dada paciente y tener muy en cuenta el cómo vive cada paciente su problema y no sólo qué problema tiene cada paciente.”
“Hasta el árbol más grande se alimenta de sus raíces” reza un refrán japonés. Ojalá la enfermería en su conjunto sea capaz de conservarlas, cuidarlas y aprender de ellas. Os recomiendo un gran artículo del buen amigo Nicanor Aniorte, sobre nuestro pasado.
El presente somos nosotros.
El futuro, el que decidamos.